ÉTICA DE LA COMPASIÓN

ÉTICA DE LA COMPASIÓN

 

“Nada dignifica tanto a ser humano como la compasión. Nada es una manifestación más exhaustiva del amor como la compasión. En ella se junta la generosidad y la entrega, el compromiso y la más elevada manifestación del Ser. Existe en la compasión el doble aspecto del compasivo y el receptor de la misma, pero la compasión no entiende ni del uno del otro; es un tres donde se reúnen compasivo y compadecido en una exaltación de la más noble de las actitudes humanes.

En este hipnótico juego de la existencia humana, “El que sabe entender sabe dar” y es inevitable que el que da, se acabe preguntando, ¿quién da y quién recibe?

Una máxima muy conocida dentro del ámbito del budismo es “Abandona toda esperanza” o “date por vencido” o, simplemente “date”, más corto aún. Tras esta máxima budista no quiero dejar de mostrar una de sus enseñanzas más poderosas, que es; que las cosas no cambiaran mientras sigamos deseando que cambien. Mientras sigamos deseando ser mejores, no lo seremos. Mientras sigamos con la vista en el futuro, no podremos relajarnos simplemente con lo que ya tenemos o ya somos.

Creo que estarás de acuerdo conmigo, en que todas estas palabras son bellas a los oídos, fáciles de escuchar y sin duda las habrás escuchado en muchas ocasiones; así pues te propongo profundizar más en lo que llamamos compasión abriéndonos a conceptos más filosóficos, como es la ética. Es decir, vamos a ver si existe una compasión ética, o dicho de otro modo, una ética de la compasión.

A/ Diferenciar conceptos éticos con los Morales. La Bodhi Chitta.

B/ El vedanta advaita y Schopenhauer.

Tanto el vedanta advaita como Schopenhauer, insisten una y otra vez en que el sujeto, en cuanto a tal,  no puede tener una existencia objetiva, dado que es inimaginable pues lo objetivo tiene siempre que existir en la conciencia de un sujeto y por lo tanto el mundo siempre es representación, pero no una representación de algo, de otra cosa, de un original, sino simplemen  te representación.

“Todo, objetivo; en este caso la compasión, es algo dado de una manera sumamente mediata y condicionada, con la maquinaria y fabricación del cerebro e ingresado en sus formas de tiempo, espacio y causalidad”. Schopenhauer.

Lo seres humanos en nuestras actuaciones e interpretaciones no somos puros sujetos que conocen, una especie de virtuosos del bien y de sus expresiones sin cuerpo. No existe la posibilidad de lo humano o de lo inhumano, al margen de las relaciones, de los condicionantes, que cada uno tiene con el mundo o con su mundo. (Karma).

La ética de la compasión configurada bajo tres principios. El Bien, El Deber y la Dignidad.

1.- No hay ética porque sepamos que es él bien; sino porque hemos vivido y sido testigos del mal.

2.- No hay ética porque uno cumpla con su deber; sino porque nuestra respuesta ha sido adecuada, aunque… nunca puede ser suficientemente adecuada.

3.- No hay ética porque seamos dignos, porque tengamos dignidad, porque seamos personas, sino  porque somos sensibles a lo indigno, a la indignidad…a los excluidos de la condición humana.

El primer enunciado tiene que ver con la cuestión del bien. Creemos que si somos capaces de responder ¿Qué es el bien?, tendremos éticamente hablando el éxito asegurado.

Sin embargo todos sabemos del peligro que implica todos aquellos que hablan en el nombre del bien.

 

EL BIEN 

El bien y el mal no son equivalentes. Hemos experimentado todos, el dolor del mal, pero no el bien del paraíso.

Por ello es necesario diferenciar una ética de la compasión de una orientación  hacia el bien.

La filosofía moral, se enfoca en lo que es correcto, en vez de lo que es bueno.

Para una ética de la compasión, la condición humana no se realiza viviendo dentro de un horizonte de sentido existencial, sino trasgrediéndolo, “Vivir humanamente no es llegar a Ser lo que uno es; sino todo lo contrario, ser otro distinto.

“La ética es la respuesta que doy al sufrimiento del otro”

 

EL DEBER

Vivimos en una época supuestamente deontológica, todas las profesiones tienen códigos deontológicos. Sin embargo y a la vez afirmamos que vivimos en una constante crisis de valores.

La mora es un marco normativo (normas morales) y simbólico. La ética no es moral.

Lo que resulta compasivo de una ética de la compasión, no es la obediencia al deber, o a un imperativo, obedecer la ley. Sino la forma de responder a la interpelación ajena, a la presencia y a la ausencia del otro.

No existe la respuesta “completamente adecuadas”, porque siempre vivimos en la personalidad, en la revisión, en la recontextualización, y por lo tanto, no puede existir una buena conciencia ética.

Se ético es; no sentirse nunca lo suficientemente bueno.

 

LA DIGNIDAD

La dignidad es una propiedad de todos los seres humanos.

En la moral metafísica, se cree que un individuo respeta a otro, porque “posee dignidad”, porque es una persona, porque es humano. Pero en la realidad el problema es bien distinto. La cuestión no es como se comporta uno con el que es como él, en su misma comunidad, con el de su misma raza o que tiene el mismo tipo de creencias; sino con el que no es como él.

Si lo humano, o la humanidad es capturado por una “representación”, o lo que es lo mismo un concepto o una definición; entonces lo humano, es decir la dignidad, se convierte en un mecanismo de poder, de destrucción, de violencia, de inhumanidad.

La humanidad y con ello lo lleva implícito, “la Dignidad”, nunca puede ser un concepto, no puede definirse ni con palabras ni con imágenes, no puede nunca una propiedad de una teoría, de una creencia  o de un poder dado.

El prójimo o receptor de la compasión.

Un doctor de la ley, (Lc 10,30-38), le pregunta a Jesús; ¿Quién es mi prójimo? Y el maestro responde:

Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó  en manos de ladrones, que lo despojaron de todo, le molieron a golpes y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente, bajaba un sacerdote por aquel camino y, al verlo, cruzó al otro lado y pasó de largo. Igualmente, un levita que iba por el mismo sitio, al verlo, cruzó también y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de camino llegó hasta él, y al verlo, se compadeció, se  acercó a él, le vendo las heridas después de habérselas ungido con aceite y vino, lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a la posada y se ocupó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al posadero diciéndole: “Cuida de él, y lo que gaste de más, yo te lo pagaré cuando vuelva.” ¿Cuál de estos tres te pare que vino a ser prójimo del que había caído en manos de los ladrones? El doctor contesto; El que se compadeció de él. Díjole entonces Jesús; pues haz tú lo mismo.

El doctor de la ley pregunta ¿quién es el prójimo?, busca una respuesta substancial, Jesús le invierte radicalmente la pregunta y no  le responde quién es su prójimo sino de quién él es prójimo, porque lo relevante desde una perspectiva ética no es “quién es mi prójimo”, sino de quién soy yo prójimo.

Jesús le dice al doctor de la ley que para ser un sujeto ético hay que partir del dolor del otro y responder “compasivamente” a este dolor.

No es decisivo en el relato de Lucas, el deber moral, sino la respuesta ética, porque los tres caminantes poseen moral, parten de un espacio moral, pero solo uno, el samaritano, da respuesta a la interpelación del otro, y, lo que es más importante, la da en contra de su moral. Frente al yo moral (el sacerdote y el levita) interesados por el deber, sea cual sea. El samaritano intenta adecuar su respuesta a una situación singular, sabiendo por otro lado, que nunca será suficientemente adecuada, porque él no es competente en responder, no sabe cómo debe responder, porque su respuesta no puede encajar en una norma, sino todo lo contrario, la tiene que infringir. Si el Samaritano hubiera actuado por deber, si hubiera respetado la ley, nunca se habría detenido a ayudar al hombre herido, por ello la respuesta del Samaritano abre una brecha en una interpretación de la compasión desde la moral, de difícil solución.

Y finalizando, no quiero extenderme en exceso con mis palabras ni aburriros más de la cuenta; es decir, poniéndome en vuestro lugar y siendo vuestro prójimo y por lo tanto ejerciendo la compasión, insisto, finalizo con unas últimas reflexiones sobre el tema.

Lo decisivo en el relato de Lucas en una ética de la compasión no es la obediencia al deber, a un imperativo, “respeto a la ley” (moral), sino la forma de responder a la interpelación ajena, a la presencia y a la ausencia del otro, a su apelación y a su demanda. Por ello hemos dicho; “Ser ético,  es no sentirse nunca lo suficientemente bueno”.

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